Conservación de la
biodiversidad de Guatemala: en la Edad de Piedra
Ningún ecosistema está hoy libre de la influencia humana. La
mayoría de la Tierra está siendo usada por el ser humano, que ya ha
transformado y degradado cerca del 50% de la superficie emergida de
nuestro planeta. El cambio del uso del suelo es la primera causa de la
pérdida de la diversidad biológica a nivel mundial. Los efectos de
estos cambios se extienden más allá de sus fronteras, causando
alteraciones tales como el desequilibrio climático, la eutrofización de
lagos y lagunas, y drásticas modificaciones en las condiciones
físico-químicas de las aguas costeras. Cerca del 50% de los ecosistemas
de manglar han sido ya destruidos para la acuicultura y otras
actividades, el 70% de las pesquerías marinas están en su máxima
capacidad de uso o agotadas. El dióxido de carbono que hoy hay en la
atmósfera debido a las actividades humanas es un 30% mayor que en la
época preindustrial.
Las tasas de extinción de especies son en la actualidad
cientos de veces mayores que en el pasado, cuando la Tierra todavía no
estaba dominada por el ser humano. De seguir a este ritmo durante los
próximos cincuenta años, las generaciones futuras habitarán en un
planeta devastado, mientras que las presentes asistiremos impotentes a
la impune destrucción de la naturaleza causada por la avaricia de unos
pocos y la desidia de la mayoría.
El caso de Guatemala
Al igual que muchas
partes del mundo, la naturaleza y los ecosistemas de Guatemala están
sufriendo las consecuencias del desarrollo no sostenible: deforestación,
pérdida de biodiversidad, erosión, contaminación atmosférica, cursos de
agua contaminados, generación de toneladas de residuos, procesos de
eutrofización, entre otras. Esto es en gran medida debido a la visión
de corto plazo de nuestros gobernantes.
La
falta de voluntad política ha sido determinante para que hoy los hábitat
naturales de Guatemala se hayan quedado prácticamente confinados a unas
áreas protegidas que en su mayoría lo están sólo de nombre. Los parques
están condenados a trabajar bajo severas restricciones de personal y
presupuesto, lo que ha sido determinante para que en muchos de ellos la
protección sea una excepción más que la norma, y la protección de la
biodiversidad exista sólo sobre el papel.
Sólo
por poner un ejemplo basta decir que el 100% de las zonas núcleo de la
Reserva de la Biosfera Maya sufren la extracción ilegal de productos
vegetales para el comercio, mientras que la vasta zona de uso múltiple
está sometida a la caza, pesca y extracción incontroladas. Esta área,
que contiene la práctica totalidad del bosque tropical remanente en
Guatemala, está siendo usurpada por intereses ganaderos –en ocasiones
vinculados al narcotráfico–, que realizan todo tipo de actividades
ilegales sin ningún control.
Desde 1996 hasta la
actualidad la protección de la biodiversidad en Guatemala, lejos de
mejorar, ha ido deteriorándose aceleradamente. La Ley Forestal aprobada
en el 96, que incentiva la tala de bosques y su repoblación con especies
de rápido crecimiento, es la mayor responsable actual de la pérdida de
los bosques situados fuera de áreas protegidas. Los responsables del
Instituto Nacional de Bosques se dedican a firmar permisos de tala de
bosques a cambio de compromisos de reforestación, dando lugar a un
velado cambio de uso del suelo de zonas naturales a lugares destinados
al uso industrial de la madera. La diversidad biológica es la gran
perdedora en este asunto.
Entre 1998 y 2006 se
han quemado en Guatemala más de un millón de hectáreas de bosques, la
mayor parte dentro de los últimos reductos de selva tropical del país.
El cambio de uso del suelo provocado por actividades agrícolas y
ganaderas ha sido uno de los responsables de esta enorme catástrofe
natural. Sin embargo, hasta hoy seguimos esperando que las labores de
prevención de incendios se centren en la penalización de la tala ilegal
y en el cumplimiento estricto de la ley. Las autoridades realizan mucha
propaganda, pero en realidad muy poco –si es que algo– se hace para
enfrentar la raíz del problema, que está llevando a la desaparición de
áreas tan importantes como los parques nacionales Laguna del Tigre y
Sierra del Lacandón y la parte central de la Reserva de la Biosfera
Maya, en la ruta que conduce hacia la comunidad de Carmelita.
Desde el año 2000 hasta
la actualidad Trópico Verde en conjunto con comunidades locales hemos
denunciado públicamente la destrucción de las últimas áreas de manglar
de la Costa Sur, sin que haya existido ninguna reacción de los
organismos competentes, más que de forma cosmética. A la desaparición
acelerada de los manglares se suma la incompetencia de las autoridades
de pesca para establecer siquiera plazos razonables de veda, lo que sin
duda provocará el agotamiento de las pesquerías de Guatemala a corto
plazo, y enormes pérdidas a la diversidad biológica de nuestros mares.
El fomento de la pesca de arrastre es uno más de los peligros que para
la diversidad biológica que se están fomentando desde el aparato
estatal.
Si de lo que
realmente se trata es de conservar la diversidad biológica guatemalteca,
este asunto debe determinar todas las políticas sectoriales (económica,
agrícola, forestal, etc.), y dejar de ser una mera cuestión de
discurso. Mientras no se haga así, se pueden publicar en grandes
titulares los artículos de propaganda que se quieran, que todo seguirá
tratándose de una farsa más y Guatemala no habrá salido de la Edad de
Piedra en la conservación de la biodiversidad. Dos prioridades para
empezar: la conservación de los ecosistemas, estén o no dentro de áreas
protegidas, y la preservación de la diversidad genética en la
agricultura. Pero para que esto suceda, aún queda mucho camino por
recorrer.
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